16/5/2022
Los
bancos centrales tienen por delante retos como los que no habían tenido en
décadas. En Estados Unidos después de más de una década en que la inflación
estuvo consistentemente por debajo del objetivo de la Reserva Federal (Fed),
ésta ha aumentado hasta alcanzar niveles no vistos en 40 años. Al cierre de
abril, la inflación general se ubicó en 8.3% a tasa anual mientras que el dato
comparable para la subyacente, que excluye los precios más volátiles, fue de
6.3%.
Parte
de la complicación para la Fed es que esta elevada inflación tiene múltiples
causas. Por otro lado, se explica por factores asociados a la pandemia como lo
son los cuellos de botella en las cadenas de distribución globales que se han
visto afectadas por cierres de puertos y una menor disponibilidad de
embarcaciones y transporte de carga a medida que surgen brotes de la
enfermedad. Ahora mismo China y Hong Kong están experimentando tasas muy
elevadas de contagios lo que les ha llevado al cierre de algunos de sus
puertos.
Otra
parte de los importantes aumentos en los precios en Estados Unidos tiene su
origen en los extraordinarios estímulos, tanto monetarios como fiscales, que se
implementaron como respuesta a la crisis económica desatada por la pandemia. Si
bien estos apoyos fueron, en un inicio adecuados pues ayudaron a amortiguar el
golpe económico producido por el cierre de actividades, hoy en retrospectiva se
puede decir que duraron más de lo necesario, en particular la última ronda de estímulos
fiscales resultó ser excesiva como ha insistido el economista Olivier
Blanchard. En defensa de las autoridades estadounidenses, el nivel de
incertidumbre acerca de los daños económicos que podía provocar la pandemia no
tenía precedentes y, además la economía de ese país es de las que más pronto se
recuperó y la que mejor minimizó el impacto al segmento más pobre de su
población. Finalmente, la muy alta inflación también se explica por la agresión
de Rusia a Ucrania que ha resultado en altos incrementos en precios de
energéticos y alimentos.
Para
las autoridades monetarias es muy complicado, sino imposible, determinar qué
tanto del fenómeno obedece a factores de oferta (la pandemia y el conflicto en
Ucrania) y qué tanto a factores de demanda (los estímulos económicos), siendo
estos últimos ante los que la política monetaria es más efectiva. Por ello, es
muy difícil saber qué tan detrás de la curva va la Fed y qué tanto más debe
apretar la política monetaria: hacerlo de menos puede resultar en una inflación
todavía mayor y más difícil de controlar y hacerlo de más puede llevar a la
economía de Estados Unidos a una recesión. Este es justamente el reto de la
Fed: lograr una disminución en la inflación sin crear una recesión ni provocar
disrupciones en los mercados financieros.
La
historia no está de su lado. Siempre que se ha intentado combatir una inflación
así de alta se ha terminado con una contracción económica. No obstante, lo
anterior, en esta ocasión hay factores que hacen pensar que esta vez la Fed
puede lograr un aterrizaje suave, es decir, controlar la inflación sin terminar
en una recesión. Uno de ellos es la enorme masa de ahorros que han acumulado
las familias que equivale a 11% del PIB. Además, el mercado laboral está en una
situación de fortaleza con una tasa de desempleo de 3.7% que, si bien es mayor
al 3% previo a la pandemia, es un nivel bajo desde la perspectiva de los
últimos 20 años. Otra diferencia respecto a otros ciclos es el punto de partida
de la Fed: ahora las tasas están en un rango de entre 0.75% y 1%, bastante por
debajo del nivel neutral que se estima en torno a 2.5%. Es decir, hay margen
para apretar la política monetaria sin entrar demasiado en terreno restrictivo.
La Fed seguirá con su trayectoria de subidas; incrementando muy probablemente
la tasa de política monetaria en medio punto porcentual en cada una de sus
próximas reuniones, llevando -me parece- la tasa a 2.75% a fin de este año y
entre 3.5% y 4% al cierre del 2023.
Ya veremos
si es que Estados Unidos consigue lograr un aterrizaje suave, pero lo que es
claro es que su economía, cuando menos se desacelerará, con importantes
consecuencias negativas para el proceso de recuperación de la economía
mexicana.
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