29/6/2022
Hace
unos días (10 de junio), el Banco Mundial, en su informe de perspectivas
económicas mundiales, mencionó que existen inquietudes sobre una estanflación
mundial, basadas tanto en la disminución del crecimiento mundial, como en el
crecimiento de la inflación causado por la lenta recuperación de la demanda
mundial, los cuellos de botella en la oferta y el alza de los precios de los
alimentos y la energía. Incluso, menciona cierto parecido con lo ocurrido en la
década de 1970, aunque indica que hay diferencia en que actualmente los precios
de los alimentos y de la energía continúan siendo más bajos, los bancos
centrales tienen metas de inflación adecuadamente establecidas, tienen mayor
autonomía operativa y credibilidad.
De
darse el caso, ¿qué implicaciones sobre la pobreza tendrían estos escenarios de
estanflación, aunados a la expectativa de la quinta ola de covid-19?
En
principio, el concepto pobreza podría ser ambiguo, ya que existen diversas
formas de plantearla y de medirla; por un lado, puede ser a partir de definir
un nivel de ingreso disponible para adquirir una canasta de bienes y servicios
“mínimos necesarios” y/o, por el otro, se pueden considerar “carencias
sociales” relacionadas con la educación, servicios de salud, seguridad social,
vivienda o alimentación, entre otros. En el caso de México, en 2020 (con
pandemia) el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social
(Coneval) calculó que:
· El 52.8% de la población en México no tenía
ingresos suficientes para adquirir bienes y servicios necesarios para
satisfacer sus necesidades básicas (alimentarias y no alimentarias) (pobreza
moderada)
· El 17.2% no tenía suficientes ingresos para
comprar alimentos indispensables para una nutrición adecuada (pobreza extrema)
· El 67.7% tenía al menos una carencia social.
Considerando
lo anterior, un incremento de los precios generalizados (inflación), por encima
de los incrementos en los ingresos per cápita de los hogares y del número de
ocupados (por un crecimiento lento), además de aumentar la población en
pobreza, para los que la viven, la profundizaría; en lo que respecta al
aumento, en 1968 la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) presentó
cálculos en los que el 41.7% de la población en México no podía adquirir una
canasta alimentaria (metodología de Altimir).
Por
otro lado, se mencionan algunos ejemplos de las problemáticas a las que se
enfrenta la población en pobreza:
§ Las “trampas de pobreza” (cuando la pobreza
actual es causante de la pobreza futura) causadas por la falta de alimentación
y nutrición, en la educación y el empleo. En particular, estás se podrían
exacerbar por los efectos que tuvieron las medidas de aislamiento en el
aprendizaje, en las tasas de rezago y en el abandono escolar.
§ Considerando que la población en pobreza
generalmente no tiene o tiene limitado acceso a los mercados financieros, en
periodos de crisis hay una alta dependencia del endeudamiento informal, con los
riesgos y costos que estos representan.
§ En crisis podría aumentar el sector informal
con posibles afectaciones en el ahorro para el retiro de esta población.
§ Posibilidad de choques en el ingreso por
gastos en salud y/o imposibilidad de laborar por covid-19.
§ Mayores retos al contar con población
vulnerable en el hogar (adultos mayores, personas con alguna discapacidad,
hogares monoparentales con hijos, entre otros) y/o estar ubicados en zonas
rurales, marginadas y/o con riesgos y afectaciones por el cambio climático.
Finalmente,
nos encontramos ante expectativas que lamentablemente se han ido materializando
y que podrían incrementar la dificultad de los desafíos actuales que tenemos,
por lo que, tanto el sector público, como el privado y el social tendrán que
generar esfuerzos adicionales coordinados para enfrentarlos.
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